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jueves, 18 de septiembre de 2008

Conocimiento y Competitividad


Como hemos apuntado en la Introducción, el contexto competitivo que afrontan las empresas de hoy exige desarrollar capacidades, entendidas como "maneras de hacer", distintivas y difíciles de imitar. Basarlas en conocimiento
idiosincrático, propio de cada empresa, decíamos, es una alternativa que puede funcionar. ¿Por qué? La razón fundamental la hemos también adelantado: porque en la medida en que las capacidades resultantes tengan aplicación en la elaboración de un producto o servicio que se aprecie en el
mercado, como tenderán a ser difícilmente imitables, darán lugar a ventajas competitivas sostenibles.

La palabra clave en el párrafo anterior es "sostenibles". Las empresas buscan ventajas sostenibles porque contribuyen a asegurar su continuidad en el tiempo. El argumento anterior es que el conocimiento propio, idiosincrático, contribuye a la sostenibilidad en este sentido2. Para analizar un poco este argumento necesitamos una primera definición de conocimiento.

Existen varias definiciones de conocimiento, desde las clásicas y fundamentales como “una creencia cierta y justificada”, a otras más recientes y pragmáticas como "una mezcla de experiencia, valores. información y "saber hacer" que sirve como marco para la incorporación de nuevas experiencias e información, y es útil para la acción" (Davenport y Prusak, 1999). Lo
fundamental son básicamente tres características:

1. El conocimiento es personal3, en el sentido de que se origina y reside en las personas, que lo asimilan como resultado de su propia experiencia (es decir, de su propio "hacer", ya sea físico o intelectual) y lo incorporan a su acervo personal estando “convencidas" de su significado e
implicaciones, articulándolo como un todo organizado que da estructura y significado a sus distintas "piezas".

2. Su utilización, que puede repetirse sin que el conocimiento "se consuma" como ocurre con otros bienes físicos, permite "entender" los fenómenos que las personas perciben (cada una "a su manera", de acuerdo precisamente con lo que su conocimiento implica en un momento determinado), y también "evaluarlos", en el sentido de juzgar la bondad o conveniencia de los mismos para cada una en cada momento.

3. Sirve de guía para la acción de las personas, en el sentido de decidir
qué hacer en cada momento - porque esa acción tiene en general por
objetivo mejorar las consecuencias, para cada individuo, de los
fenómenos percibidos (incluso cambiándolos si es posible).
Estas características convierten el conocimiento, cuando en él se basa la oferta de una empresa en el mercado, en un cimiento sólido para el desarrollo de sus ventajas competitivas. En efecto, en la medida en que es el resultado de la acumulación de experiencia de personas, su imitación es complicada a menos que existan representaciones precisas que permitan su transmisión a otras personas efectiva y eficientemente. Una primera distinción entre tipos de conocimiento tiene precisamente en cuenta esta característica: Se llama conocimiento explícito al que es fácilmente representable externamente a las personas (utilizando la tecnología que sea), e implícito o tácito (Polanyi, 1962; Nonaka, 1994) al que no es
representable por medios externos a las personas que lo poseen (en parte porque les resulta difícilmente articulable a ellas mismas, que así "de hecho saben más de lo que creen o de lo que pueden explicar"). Imitar conocimiento tácito es pues mucho más difícil y costoso que simplemente "copiar" conocimiento explícito (Connor y Prahalad, 1996; Grant, 1996). Por eso las ventajas competitivas basadas en conocimiento tácito tenderán a ser las más sostenibles.

Además, cuando las personas desarrollan conocimiento lo hacen en un contexto específico (social, organizativo, etc.) (Tyre y Von Hippel, 1997) y cada una siguiendo su propio camino (dependiente, entre otras cosas, de su conocimiento y experiencias anteriores). Por eso se dice que el conocimiento es muy dependiente "del camino" empleado en su desarrollo y "del contexto" en el que se ha desarrollado. En la medida en que duplicar ese contexto y esos caminos sea difícil (y a menudo lo es mucho, porque cada empresa tiene su propia idiosincrasia en caminos y contextos), imitar conocimiento será costoso, y las ventajas competitivas asociadas resultarán más sostenibles (Teece, Pisano y Shuen, 1997).

En definitiva, el conocimiento tiende a ser un activo que se desarrolla con tiempo y esfuerzo, que depende del camino y del contexto en el sentido anterior, y que puede ser tácito. En la medida en que sea así y en que constituya la base de ventajas competitivas, éstas tenderán a ser relativamente más sostenibles que otras. Si éste es el caso, además, su valor tenderá a ser
mayor en el contexto de la empresa que lo sabe utilizar para competir que en un hipotético mercado abierto.

Por todas estas razones las empresas de hoy necesitan poner más y más el foco de su gestión en el conocimiento y en sus implicaciones para la acción, y de ahí la idea de GC.

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